Ruta guiada por la ciudad de Sevilla basada en la obra del urbanista y cineasta Juan Sebastián Bollaín. Actividades paralelas del Festival de cine europeo de Sevilla SEFF´15.
Aquí la crítica de Ismael G.Cabral para El correo web:
Aunque su nombre invoque la contracultura y sus películas sean sinónimo de irreverencia y militancia, la obra cinematográfica de Juan Sebastián Bolláin (1945) sigue siendo desconocida para la mayoría, aunque en los últimos tiempos YouTube se esté encargando de reparar la falta de difusión de títulos como La Alameda (1978), Sevilla tuvo que ser (1979) o Sevilla 2030 (2003), estrenada prácticamente de tapadillo.
El Festival de Cine Europeo (SEFF), que viene dedicando esta edición una alta atención a su obra, orquestó ayer un descacharrante recorrido turístico por la «Sevilla soñada» por Bollaín, presente él mismo como miembro de la tripulación de un autobús de Tussam lleno hasta las trancas y contagiado por el espíritu lúdico que impuso el maestro de ceremonias, el actor Alex Peña.
Una ciudad, Sevilla, «hecha por y para sus habitantes». Con una piscina olímpica instalada dentro de la Catedral y una academia de kárate en Santa Marina. Con el Real Alcázar puesto en alquiler y El Corte Inglés vendiéndose al mejor postor. Pero también ayer con el Indio de Kansas City traspasándose (literalmente) y con un teléfono con línea directa con Estados Unidos dispuesto en la misma avenida cuyo nombre se le otorgó en honor a los oficiales norteamericanos de la base de Morón que fueron los primeros habitantes de este núcleo residencial.
«Bolláin también soñó procesiones virtuales en el cielo cada vez que un barco lleno de chinos llegara al Puerto de la ciudad», recordó Peña. Y en su afán por descodificar tradiciones, dos hombres se daban placer en un colchón junto a la panadería Polvillo del Polígono San Pablo. Un poco más allá, sendos nazarenos jugaban al golf en la rotonda de entrada por la Avenida de Andalucía. Fue la ciudad intervenida, si quiera momentáneamente, para reivindicar otro urbanismo y otra mirada desprejuiciada a Híspalis. Y, como fin de fiesta, el propio cineasta bailando con los viajeros Están clavadas dos cruces. Irrepetible.
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